Navidad

Pues sí, discrepo de la inmensa mayoría. ¡Me encanta la Navidad! Todo el año debería de ser así. Cada día colmado de eventos en donde los protagonistas son los niños y su más pura inocencia. Días repletos de visitas familiares, de luces de ilusiones y regalos de esperanza. Me gusta ver a los niños y no tan niños inmersos en un mundo de magia y fantasía. Adoro la ilusión con que se adornan las tiendas, se monta el Belén y se decoran las ventanas de las casas. Sonrío al pensar que a nadie le amarga un dulce, con un doble sentido o el buscar pretextos para volver a brindar. El pedir salud y desear lo mejor de corazón, el cruzar miradas por la calle y olvidar el frío que siente la piel. El sonreír y obtener la misma respuesta. El acordarme más que nunca, si cabe, de los que no están y sentir más que nunca que conmigo están. El hacer regalos o recibir postales o el mayor de los mensajes que guardan el verdadero sentido de la Navidad. ¿Por qué no podrá ser siempre así? Mi Navidad es humilde y constante. Para mi siempre lo es. En todo trato de poner el corazón, en lo que hago o en lo que digo y sólo es en este tiempo cuando veo que todo eso es correspondido. En casa hacemos promesas, deseamos lo mejor y damos gracias por todo lo que tenemos. Si hemos de pedir algo tan solo es salud y un año como el que queda atrás, ni más ni menos. Navidad es unos días más, como todos, tan especiales como cualquier otro. Este año pediré a los de Oriente que siempre sea Navidad…
¿lo concederán?