27.1.08

Mi Diario

Anoche vi algo precioso. El diario de Noa ha pasado a ser mi película preferida. Con ella lloré lo que aún no se ha escrito, tanto como nunca antes lo había hecho con ninguna otra. Me hubiera encantado tenerte a mi lado para verla juntos. Fue una historia preciosa, una de las más bonitas que he visto en pantalla. Al acabar, me quedé limpiándome las lágrimas que resbalaban por mis mejillas mientras pensaba que me encantaría poder contar una historia así dentro de muchos años o que al menos la pueda escuchar si me la llegan a leer. Sé que a viva voz todo esto llega más y que si te mirase a los ojos tú mismo verías esas cosas que no se dicen con palabras porque aún no existen. Pese a todo, la historia me recordaba a ti, también a mi, a nuestra propia historia. Algo que no ha sido fácil y que probablemente tampoco mañana lo llegue a ser pero no me importa porque ahora te siento mío y tú sabes que me tienes contigo. Si después de todo este tiempo, de la distancia, de las circunstancias estamos aquí, juntos, es porque quizás así es como esté escrito en aquella estrella que un día hiciste para mi. Nadie me había regalado algo tan especial como es una parte del cielo. Aunque no lo sepas, la sigo guardando y mirando de vez en cuando. Yo sé que he cometido errores, que no he sido fácil pero quisiera darte todo aquello que pidieras, quisieras y necesitaras. Quisiera darte todo lo que tengo y no creo que me fuera suficiente para llegar a darte todo aquello que mereces. Por mi parte, no necesito nada, si te tengo a mi lado lo tengo. Busco palabras inservibles porque el poder que ellas tienen no igualan a la fuerza de lo que por ti siento. Igual todo esto te parece desmesurado pero sin que me tomes por loca quiero que sepas que te quiero, que has sido mi primer y ojala único y último amor, que me encantaría pasar toda mi vida contigo y que cueste lo que cueste no será sacrificio para mi pues con la recompensa de tenerte ya no me hará falta morir para tocar el cielo. Gracias por ser parte de mi.

7.1.08

Leyenda

Esta Navidad ha sido especial, desde el principio hasta el final. He pasado estas fechas al lado de las personas que más quiero, he notado el calor de otras muchas a las que también les tengo gran aprecio en sus mensajes, sus deseos, sus postales. Una de estas felicitaciones, la primera de todas, fue inesperada totalmente, de una gran persona y un gran artista, Paulo Coelho. Dado que este hecho no se repite día a día, me gustaría compartir con vosotros el relato que en su e-mail me contaba. Espero que os guste tanto como a mi. ¡Mis mejores deseos para este año nuevo!


" Cuenta una leyenda que, en el país que hoy conocemos como Austria, era costumbre que la familia Burkhard (compuesta por un hombre, una mujer y un niño) animase las ferias navideñas recitando poesías, cantando baladas de antiguos trovadores y haciendo malabarismos que divertían a todo el mundo. Por supuesto, nunca sobraba dinero para comprar regalos, pero el hombre siempre le decía a su hijo:

- ¿Tú sabes por qué el saco de Papá Noel nunca termina de vaciarse, con la de niños que hay en el mundo? Pues porque, aunque está lleno de juguetes, a veces también deben entregarse algunas cosas más importantes, que son los llamados “regalos invisibles”. A un hogar dividido, él lleva armonía y paz en la noche más santa del año cristiano. Donde falta amor, él deposita una semilla de fe en el corazón de los niños. Donde el futuro parece negro e incierto, él lleva la esperanza. En nuestro caso, cuando Papá Noel nos viene a visitar, al día siguiente todos nos sentimos contentos por continuar vivos y por poder realizar nuestra trabajo, que es el de alegrar a las personas. Que esto nunca se te olvide.

Pasó el tiempo, el niño se transformó en un muchacho, y cierto día la familia pasó por delante de la imponente abadía de Melk, que acababa de ser construida.

- Padre, ¿recuerda usted que hace muchos años me contó la historia de Papá Noel y sus regalos invisibles? Creo que cierta vez yo recibí uno de estos regalos: la vocación de hacerme religioso. ¿Le contrariaría mucho a usted si en este momento diera el primer paso hacia lo que siempre he soñado?

Aunque la compañía de su hijo les hacía mucha falta, los padres comprendieron y respetaron su deseo. Llamaron a la puerta del convento, y fueron recibidos con generosidad y amor por los monjes, que aceptaron al joven Buckhard como novicio. Llegó la víspera de la Navidad y, justamente ese día, se obró en Melk un milagro muy especial: Nuestra Señora, llevando al Niño Jesús en brazos, decidió bajar a la Tierra para visitar el monasterio.

Sin poder disimular su orgullo, todos los religiosos hicieron una gran fila, y cada uno de ellos se iba postrando ante la Virgen, procurando homenajear a la Madre y al Niño. Uno de ellos les mostró las bellas pinturas que decoraban el local, otro les llevó un ejemplar de una Biblia que había requerido cien años de trabajo para ser manuscrita e ilustrada, y un tercero recitó de corrido el nombre de todos los santos.

Al final de la fila, el joven Buckhard aguardaba ansioso. Sus padres eran personas simples, y sólo le habían enseñado a lanzar bolas a lo alto para hacer con ellas algunos malabares. Cuando le tocó el turno, los otros religiosos querían poner fin a los homenajes, pues el antiguo malabarista no tenía nada importante que decir, y podría dañar la imagen del convento. Sin embargo, también él sentía en lo más hondo una fuerte necesidad de ofrecerles a Jesús y a la Virgen algo de sí mismo. Avergonzado, sintiendo la mirada recriminatoria de sus hermanos, se sacó algunas naranjas de los bolsillos y comenzó a arrojarlas hacia arriba para atraparlas a continuación, creando un bonito círculo en el aire, al igual que solía hacer cuando él y su familia caminaban por las ferias de la región. Fue sólo entonces cuando el Niño Jesús empezó a aplaudir de alegría en el regazo de Nuestra Señora. Y fue sólo a este muchacho a quien la Virgen María le extendió los brazos y le permitió sostener durante un tiempo al Niño, que no dejaba de sonreír.

La leyenda termina diciendo que, por causa de este milagro, cada doscientos años, un nuevo Buckhard llama a la puerta de Melk, y es admitido, y mientras permanece allí tiene el don de alegrar el ánimo de todos los que lo conocen."

Paulo Coelho