Cuando emprendemos un viaje siempre nos falta espacio en la maleta para meter todas las cosas. Nos consolamos con la idea que al regreso vendrá algo más vacía e incluso con menos peso. Curiosamente siempre, o al menos a mi me pasa, nos llevamos más cosas de las que luego necesitamos y nos autoconvencemos una y otra vez con eso de mujer precavida vale por dos. Este viaje ha sido especial, no me hacía una gran ilusión que digamos a grandes rasgos, había supuesto para mi disgustos y anulación de planes muy esperados, pero ahora, no lo cambiaría por nada. Me equivoqué desde el principio. Iba con toda mi disposición aunque escondida, no me propuse en ningún momento buscar pero encontré lo que menos esperaba. Di tanto como pude y recibí por partida doble. Y aunque me pensé que mi mochila vendría menos llena volvió más cargada que nunca, de sueños, de ilusiones, de experiencias compartidas, de momentos inolvidables, de pensamientos y sentimientos, de sonrisas y miradas cómplices, de lágrimas de despedida, de amistad, en definitiva, de VIDA.
Gracias a todos los que habéis convertido en auténticas semillas las piedras del camino. Ya os dije que los regalos tienen el valor que cada uno/a le quiera dar.